top of page

A dos años de la pandemia...


Recuerdo tener la agenda llena para marzo del 2020, impartía lo que yo no sabía sería mi último taller presencial, participaba en lo que tampoco sabía la última vez que iría al Jardín Botánico, el último almuerzo con mis amigos de la biblioteca, el último cafecito con pie de queso. Un par de días después las noticias de la “pandemia”. Todo cerrado, cero reuniones, a las 6 de la tarde todos en casa y empezara la odisea. Mucha gente se angustió, yo solo me enojé, que de por sí me enojo con frecuencia, en ésa ocasión me enfurecí tanto que odiaba cada vez que alguien hablaba de la situación o compartía algún vídeo o artículo periodístico, empezar a usar la mascarilla fue una tortura (yo que siento ahogarme por eso no puedo usar blusas con cuello) y dejar de ver a mis amigos, de ir al jardín botánico, de no impartir talleres, hasta tenía un contrato en una empresa para un taller por el día de la mujer con más de 50 mujeres.


Pero eso año, 2020, mientras se definía todo, me puse a pintar como loca, puntos, mandalas, puntos y más mandalas, uno tras otro, todos los días, todo el día, lo tomé como trabajo. El problema fue que en el 2021 al parecer me había quedado como decimos cuando comemos mucho de algo “empachada” y ésta es la fecha que no he podido retomar mis pinturas, allí tengo mis lienzos, mis pinturas ya tiesas, mis pinceles todo en le mismo lugar. Un amigo se tomó la molestia de traerme hace algunos meses unas botellas para que las pintara, solo las lavé y allí están guardadas.


Eso sí, me animé a transformar mis talleres que era presenciales (donde usaba carteles, manuales y mucho material didáctico que por allí anda enmohecido) y lo transformé todo en power points e inició una nueva era de talleres, aprendiendo a usar Zoom, aprendiendo a trabajar a través de la pantalla, quitando algunas dinámicas que se hacían en los talleres presenciales y pasé por todas las etapas del duelo con el Jardín botánico que era mi segundo hogar, lloré hasta quedarme sin lágrimas (mentira porque lloré en septiembre del año pasado cuando falleció mi tía Olga), pero como si hubiera sido una decepción amorosa, tuve que enterrar los momentos en el Jardín Botánico en mi corazón y dejarlos allí. Todavía no he escrito una despedida como se merece, pero ya habrá oportunidad cuando la inspiración me agarre de infraganti en un momento conmovedor.


A veces me desespero, pese a tanto que tengo que hacer de mi trabajo, mis proyectos, mis talleres y actividades, y es que no he sido de las que van a todas partes, me quedé en casa, si mucho a hacer mandados por la sexta avenida y pues ya desde el año pasado a reunirme de vez en cuándo con mis tres amistades que me quedaron.


Auto motivarme ha sido mi clave, no dejarme vencer y seguir adelante, vencer obstáculos, aunque no dejo de seguir odiando la mascarilla.


Quise escribir este texto para desahogarme un poco, pero a la vez para animarme que no todo es tan malo, se me han abierto otras puertas, como seguro se te abrieron a ti, hay que ver la vida con las gafas del optimismo y el entusiasmo, eso hará que nuestros días no sean tan agridulces. Soy de las personas que no pueden quedarse quetas y se aburren fácilmente de hacer la misma tarea por un período prolongado de tiempo, por lo que mi apoyo ha sido mi creatividad y ese constante movimiento incluso de pensamientos e ideas que a veces me producen insomnio, pero ya son parte de mí.


Mi música, mi computadora, mis alumnas, mis talleres y las actividades han sido mi terapia, seguimos adelante, así que animémonos y dejemos que las cosas fluyan como el río, por lo menos no nos están cayendo las bombas en la cabeza como están allá donde ya todos saben.


Ánimo y abrazos de la Armonía, gracias por leerme.


14 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo
bottom of page