Hace unos días en mi clase como alumna de la “Escuelita de Collage” donde vengo estudiando el tema desde mayo, al momento de presentar mi collage a la clase, me sorprendió algo que me dijo el profesor: ¿de qué país eres?, pues la mayoría de alumnos y alumnas son de Chile. Pues de “Guatemala” respondí orgullosa, el puro trópico creo que agregué, a lo cual me respondió: Ah con razón, por los colores que usaste en tu collage, ¡muy colorido!
Y si bien es cierto que este país tiene muchos colores, aromas, sabores no pensé que se reflejara en mis recortes. Rosa, verde, naranja, colores brillantes porque el tema fue sobre alguna fotografía que en nuestra mente se manifestara con un recuerdo. Yo recordé esta parte de mi vida cuando retomé mis lápices de colores, conocí los mandalas y me puse a escribir como una adolescente. Mi infancia estuvo llena de éstos colores, pero desde los 18 años hasta los 30 más o menos, dedicada al trabajo como secretaria y a estudiar en la universidad, olvidé por completo mis lápices de colores y todo lo que me gustaba, me volví un tanto seria y hasta cierto punto amargada presa de la rutina, de un novio sonsacador que le tenía que pagar hasta la gasolina del auto cuando yo quería ir a pasear lejos, cuando me enfermé tanto de estrés por un jefe autoritario que me tuvieron que extraer la vesícula y mis dolores de cabeza eran tan constantes que muchas veces hubiese querido hasta morir.
Pero tendrían que pasar otros 15 años más para volver a regresar a esa infancia calma y esperanzadora con mis lápices de colores, mis cuadernos de pintar, mis cuadernos para escribir y ahora mis collages que atesoro tanto, cortar y pegar.
Y no es la primera vez que hago collage. Cuando era niña, allá por los años 80’s cursando mi escuela primaria no había mucho material para decorar, únicamente el famoso papel lustre, papel de china y el papel crepé para manualidades, no había lapiceros gel de colores y la brillantina o purpurina como la conocen en otros países, no venía con su “gomita”, eran unas bolsitas que, al agregarle la goma blanca, volaba y terminábamos hasta el con el pelo lleno de pequeñas partículas doradas o plateadas o del color que fuera.
Entonces, como siempre fui creativa recurría a dos opciones que hacían que mis trabajos de la escuela fueran espectaculares y diferentes a los de mis compañeras, incluso mejores, podría decir.
Mi tía Olga tenía un salón de belleza y en ese entonces las clientas se entretenían leyendo revistas de moda, de farándula, de manualidad y toda la gama que mi tía ordenadamente conservaba en los revisteros por todo el salón. Entonces le pedía que me regalara revistas viejas, de las arrugadas pues su hija que vivía en Estados Unidos se encargaba de enviarle cuanta revista nueva salía al mercado.
Luego mi mamá tenía una amiga que visitaba con frecuencia para platicar, se llamaba “Amparito” me recuerdo. Era modista y siempre su pequeño espacio, dormitorio y taller estaban llenos de retazos de telas. Yo, sin pena ni vergüenza, le pedía que me regalara retazos y me daba una enorme bolsa de plástico amarilla de un supermercado de moda y me decía fuera a tomar lo que me cupiera en la bolsa de un tremendo costal que tenía. Afortunadamente las conversaciones con mi mamá eran largas que me daba tiempo hasta de escoger mis colores favoritos.
Entonces así, con muchas telas y muchas revistas pasaba horas mejorando y afinando cada uno de mis trabajos escolares.
Hasta pensé que me hubiera gustado ser diseñadora de modas, pues a las muñecas de papel que traían su ropa para recortar, me gustaba hacerles ropa nueva, horas y horas de sana diversión.
Hace unos días fue mi cumpleaños y una amiga me preguntó ¿Qué me gustaría que me regalara? Le pedí cartulinas de colores, goma, un chocolate o inciensos y lo que me pudiera dar. Suelo ser de las chicas que le cuesta “pedir”, pero sentí extraño cuando se río y me preguntó ¿en serio eso quieres? Ni que fueras mi hija de 10 años ajajay
En fin, me siento como una niña de nuevo, creando con colores cada uno de mis momentos, y lo quiero compartir con mis alumnas para que se sientan igual o mejor.
Felicito a quienes llevan ya años trabajando conmigo mandalas, escritura, diarios y todo en lo que les puedo aportar.
Te invito a animarte, a darte un espacio para ti, tanto un espacio físico en tu casa, tu mesa con tus lápices colores, tus tijeras, tus revistas de recortes, tus papeles de colores, tus mandalas, tus cuadernos y bolígrafos también de colores y todo lo que quieras para conectar con esa niña interior que nos ayuda en nuestra creatividad cada día y nos hace sentirnos plenas y seguras.
Dale color a tu vida, recupera tu buen humor, baila, canta y, sobre todo, sé tu misma, auténtica y libre de expresarte.
¿Te unes a mi grupo de alumnas en Armonía?
¡¡Abrazos!! Gracias por leerme.
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